Estamos destinados a la gloria

Por el Padre Larry Dunn, MIC

Tenemos motivos para celebrar la Asunción de la Santísima Virgen María con gran alegría y entusiasmo. Nuestra Madre, quien es modelo a seguir, en su perfección subió a los cielos en cuerpo y alma. Ahora, mientras reflexionamos sobre lo que le sucedió a ella, podemos anticipar nuestra propia gloria.

La Asunción nos recuerda que nuestra muerte no es el final sino el próximo paso a nuestra vida eterna – la vida que comenzó desde el momento de nuestra concepción en el vientre de nuestra madre. Nuestra Santísima Madre está siendo ahora glorificada en cuerpo y alma en el cielo, lo que nos recuerda que nuestros cuerpos, al igual que nuestras almas, también van a ser glorificadas en la resurrección de los muertos.

¿Cuáles son las características de un cuerpo glorificado? Primero que todo, los cuerpos glorificados y almas vivirán en total unión espiritual con Dios. Nuestros cuerpos serán ágiles y podrán moverse a la velocidad del pensamiento, más de lo que podemos imaginar. Nuestras mentes serán supremamente inteligentes y nuestros cuerpos no sentirán ningún dolor. ¿No le parece maravilloso?

Cuando pensamos acerca de la dignidad que Dios le da a nuestros cuerpos en el cielo, debería animarnos a tratar nuestro cuerpo con honor y respeto aquí en el mundo. ¿Cómo trata su cuerpo? Creo que todos podemos decir que en muchas ocasiones lo hemos descuidado un poco.

Recuerdo hace algunos años atrás, mi médico me dijo que debía usar un protector solar todos los días del año. Por supuesto ¡no quería usar esa crema pegajosa! Pero ahora que me han extirpado mi primer cáncer de piel (y espero que sea el último), todos los días me hecho el protector solar.
Nuestros cuerpos ya son el templo del Espíritu Santo, el regalo que Dios nos ha hecho. Debemos reconocer esto y actuar debidamente para cuidarlo y respetarlo.

Mientras cuidados de nuestro cuerpo físico y esperamos que alcancen la glorificación, también podemos contar con las oraciones de la Santísima Virgen María. Ella ocupa un lugar especial en el cielo, compartiendo enteramente de la Gloria de Dios en cuerpo y alma. Desde el cielo, ella no solo es la Madre del Hijo Divino de Dios sino que también es nuestra madre espiritual.

Incluso, despues de Jesús Mismo, ella es nuestra mayor intercesora ante el trono del Padre. Entonces, cualquiera que sean nuestros problemas, dolores o sufrimientos en esta vida, podemos pedirle a nuestra Santísima Madre que interceda por nosotros.

Continuemos perseverando en la ve y pongamos nuestra confianza en Jesús a través de nuestra Madre María. Si así lo hacemos, la esperanza en la gloria es nuestra.

Padre Larry Dunn, MIC, vive en Washington, D.C.

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