Historia del Mensaje y Devoción a la Divina Misericordia

El Mensaje de la Divina Misericordia que Sor Faustina recibió del Señor no sólo estuvo dirigido a su crecimiento personal en la fe sino también al bienestar del pueblo. Con el mandato de Nuestro Señor de pintar una imagen según el modelo que Sor Faustina había visto, vino también la petición de venerar esta imagen, primero en la capilla de las Hermanas, y luego en todo el mundo. Lo mismo ocurre con las revelaciones de la Coronilla. El Señor pidió que esta Coronilla fuera rezada no sólo por Sor Faustina, sino por todos: “Hija Mía, anima a las almas a rezar la coronilla que te he dado.”

Lo mismo ocurre con la revelación de la Fiesta de la Misericordia. “La Fiesta de la Misericordia surgió de lo más profundo de Mis entrañas. Es mi deseo que se celebre solemnemente el primer domingo después de Pascua. La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia.”

Estas peticiones del Señor dadas a Sor Faustina entre 1931 y 1938 pueden considerarse el inicio del Mensaje y la Devoción de la Divina Misericordia en las nuevas formas.

Gracias a los esfuerzos de los directores espirituales de Sor Faustina, el P. Michael Sopocko y el P. Joseph Andrasz, SJ y otros más, incluidos los Marianos de la Inmaculada Concepción, este mensaje comenzó a difundirse por todo el mundo.

Sin embargo, es importante recordar que este mensaje de la Divina Misericordia, revelado a Santa Faustina y a nuestra generación actual, no es nuevo. Es un poderoso recordatorio de quién es y ha sido Dios desde el principio. Esta verdad de que Dios es en Su propia naturaleza el Amor y la Misericordia misma, nos la da nuestra fe judeo-cristiana y la auto revelación de Dios. El velo que ha ocultado el misterio de Dios desde la eternidad fue levantado por Dios mismo. En Su bondad y amor, Dios decidió revelarse a nosotros, Sus criaturas, y dar a conocer su eterno plan de salvación. Esto lo había hecho en parte a través de los Patriarcas del Antiguo Testamento, Moisés y los Profetas, y completamente a través de Su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo. En la persona de Jesucristo, concebido por el poder del Espíritu Santo y nacido de la Virgen María, el Dios invisible se hizo visible.

Jesús revela a Dios como Padre Misericordioso

El Antiguo Testamento habla frecuentemente y con gran ternura de la misericordia de Dios. Sin embargo, fue Jesús quien, a través de Sus palabras y acciones, nos reveló de manera extraordinaria a Dios como un Padre amoroso, rico en misericordia y abundante en gran bondad y amor. En el amor misericordioso de Jesús por los pobres, los oprimidos, los enfermos y los pecadores, y especialmente en Su libre elección de asumir el castigo por nuestros pecados (sufrimiento y muerte en la Cruz), para que fuéramos liberados de las consecuencias destructivas de la muerte, Él manifestó de manera sobreabundante y radical la grandeza del amor y la misericordia de Dios para con la humanidad. En Su persona como Dios-Hombre, uno solo con el Padre, Jesús revela y es el Amor y la Misericordia de Dios mismo.

El mensaje del Amor y de la Misericordia de Dios se da a conocer especialmente en los Evangelios

La buena noticia revelada a través de Jesucristo es que el amor de Dios por cada persona no conoce límites, y ningún pecado o infidelidad, por horrible que sea, nos separará de Dios y de Su amor cuando acudamos a Él con confianza y busquemos Su misericordia. La voluntad de Dios es nuestra salvación. Él ha hecho todo por nosotros, pero como nos hizo libres, nos invita a elegirlo y participar de su vida divina. Nos hacemos partícipes de Su vida divina cuando creemos en Su verdad revelada y confiamos en Él, cuando lo amamos y permanecemos fieles a Su palabra, cuando lo honramos y buscamos Su Reino, cuando lo recibimos en la Comunión y nos alejamos del pecado; cuando tenemos misericordia y perdonamos.