
En cuanto oyó la palabra de Juan Diego, le respondió la compasiva, la Perfecta Virgen: "Escucha, ponlo en tu corazón, Hijo mío, el menor, que no es nada lo que te espantó, lo que te afligió; que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad, ni ninguna otra enfermedad, ni cosa punzante y aflictiva. ¿Acaso no estoy yo aquí, que tengo el honor y la dicha de ser tu madre? ¿Acaso, no estás bajo mi protección y resguardo? ¿Acaso, no soy yo la fuente de tu alegría? ¿Acaso, no estás en el hueco de mi manto? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?"
Acabamos de posar nuestros ojos en uno los más hermosos mensajes marianos del que tengamos noticia. El acontecimiento de Guadalupe nos ha dejado estas palabras pronunciadas a Juan Diego por la Señora del Tepeyac; dichas para ser también escuchadas hoy por todos nosotros.
¡Cuánta ternura! Nuestra Señora sabe que el corazón de Juan Diego padece por la enfermedad de su tío Juan Bernardino. Conoce como madre, el sentir de sus hijos. La Madre del Cielo, como las madres de la tierra al ver nuestro rostro, conoce lo que acontece en nuestro corazón. Esos pequeños gestos que solamente las madres perciben. Su atención, fruto del cuidado que brinda el amor descubre siempre lo que habita en el interior del alma.
Durante esos fríos días de diciembre de 1531 nuestra Madrecita buena sale al encuentro de todos nosotros en la persona de este humilde, pequeño servidor suyo, Juan Diego para que podamos detenernos un momento a recordar los mandamientos y la Voluntad Santísima del "Verdadero Dios por Quien se vive".
Todos nosotros, peregrinos y caminantes enfrentamos los desafíos y contradicciones del mundo. Nos dice Jesús en el Evangelio: "Los lirios del campo y las aves del Cielo, no se preocupan porque están en mis manos" (Mt. 6, 26). Nuestra naturaleza frágil se quiebra fácilmente ante los conflictos y dificultades cotidianos. Pero nuestro Dios, Padre de las Misericordias, nos auxilia por medio de la Santísima Virgen María, a quien el Señor Jesús le encomendó el cuidado de todos nosotros cuando agonizaba en la Cruz, el Viernes Santo: "Mujer, he ahí a tu hijo" (Jn. 19, 26).
Es María quien le muestra a nuestro santo por medio de su palabra amorosa, el amor de Dios; porque Ella está llena de Él. Lo decimos y se lo decimos: ¡Llena eres de Gracia! Así se ha quitado por su mediación maternal toda angustia, todo dolor, toda preocupación y todo miedo.
Y por si esto fuera poco no dejemos de notar otra verdad maravillosa que debe dejarnos sobrecogidos de estupor ante tan hermosa realidad: No solamente es nuestra Madre, sino que serlo para Ella es ¡un HONOR y una DICHA! Estamos protegidos, resguardados cerca de sus mismas entrañas, cerca de su corazón, en el cruce de sus brazos, es decir muy cerquita de Su Hijo Jesús, ya que la tilma de Juan Diego, Nuestra Señora de Guadalupe se manifiesta como mujer encinta.
La Virgen, nuestra Madre nos devuelve al verdadero eje de nuestra vocación y esencia; María nos devuelve a Dios. Solamente en Él hay esperanza, belleza, plenitud, justicia, equilibrio, felicidad, paz... En Dios hay vida en abundancia (Juan 10, 10).
María es garantía de que nada hay que temer. Ella es la portadora de la alegría que atraviesa las tinieblas de la angustia y de la muerte. Ella es la Madre del Señor de la Luz(Jn. 8, 12). Por eso la Virgen se ha manifestado portento-samente en el Cerro del Tepeyac. Le urge la misión, esa encomienda de Su Hijo a sus apóstoles: "Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos"(Mt.28, 19).
A su vez, María de Guadalupe asocia a esta llamada a Juan Diego, a ser portador junto con Ella del mensaje divino. Este humilde servidor experimentó el poder de Dios anunciado y traído por María. Por medio de la Virgen Juan Diego renovó su vocación bautismal y reavivó su esperanza. Con esta convicción que brota de la fe, cumple con el encargo de la Reina del Cielo. Ir al Obispo Zumárraga con la petición de la construcción de su "casita sagrada". Ya no teme a las vicisitudes y dificultades porque se sabe hijo de la Madre. Sostenido, apoyado y enviado por Ella.